lunes, 4 de abril de 2011

De Cartas, Amor y Cenizas

La muerte de mi abuelo fue un golpe muy duro para toda la familia, pero sin duda,para mi abuela fue un golpe muy fuerte, más fuerte de lo que todos creíamos. Meses después de haberlo perdido cortó su vestido de novia, regaló cosas de mi abuelo, otras las vendió y no dudo que unas cuantas las haya tirado, supongo yo, que en un intento para tratar de olvidarlo, para lograr de alguna forma borrarlo de su corazón, para desaparecer cualquier evidencia de su existencia y para borrar recuerdos de todo aquello vivido juntos.

Pasó el tiempo y mi abuela nunca más ha vuelto a ser la misma, aunque sonría y me abrace, aunque me mime y me llame como lo hace desde que soy niña, siempre noto esa huellita de tristeza en su rostro, ese rostro al que dicen  que me parezco tanto, con la bella nariz y labios finos.  A veces parece distante, mi tía cree que nunca nos pone atención, pero yo sé que en esos momentos, cuando mira en la lejanía o cuando parece estar escuchándonos, en realidad está pensando en él. Es algo que yo también hago, tal vez me lo haya heredado. Las dos solemos perdernos de pronto, es algo que está en nuestra naturaleza, viajamos en el tiempo, en los recuerdos, tenemos un alma libre (no sé si tenga qué ver que las dos somos Acuario) solamente que en ella la edad hace más notorias sus huidas.

Hoy mientras caminábamos por la ciudad me contó que mi abuelo le escribió muchas cartas y que un día las encontró, eso sonó tan maravilloso que estaba a punto de decirle que me las enseñara cuando dijo: "Entonces las quemé todas, sólo me quedé con 2 ó 3".  Sentí que se me partía  el alma, imaginé las letras, las palabras, imaginé los sentimientos involucrados en cada una de ellas, imaginé la historia que pude haber escrito (sin duda una muy bonita), me imaginé a mi abuelo enamorado, con su pluma y el papel, me imaginé a mi abuela leyendo por primera vez cada una de ellas, la emoción (que nunca he tenido) de recibir una carta, de responderla, de esperar la respuesta. Todo eso reducido a cenizas. 

Prometió enseñarme las cartas que aún conserva. Empieza a contarme una vez más esa historia que ya me sé de memoria, esa de la playa cuando sólo quería echarse al mar después de que él le dijera si quería ser su novia, del miedo que sintió y de cómo aún era muy joven para abrir las puertas al amor... alguien la interrumpe, tenemos que cruzar la calle, la tomo del brazo... después me pregunta del clima y de la escuela; seguimos caminando, miramos los edificios  y  luego  noto esa mirada lejana, esa mirada que yo también me sé de memoria.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

mi querida monalisa, te tocó la época cibernética, tal vez por eso no recibes aún una carta

La Sonrisa de MonaLisa dijo...

Querido Anónimo: Sí, y es una lástima. Nunca un correo electrónico tendrá la misma emoción que rodeaba a las cartas.