Se deshojó la margarita, la rosa,
el lirio,
se deshojaron los cometas debajo
de nuestros pies,
se marchitaron las azucenas, se
secó la higuera,
se deshicieron todos los planetas
en la Tierra.
Murmuró el tiempo tu nombre,
con voz baja y en secreto
aparecieron tus letras,
como la ausencia esperando en el
fondo de la taza,
como la lluvia que moja el alma
tibia
nos mojamos en olvido
cuando el mundo murió en el
silencio de tu boca.
Se terminó todo
menos los nomeolvides.
Se cayeron las estrellas con su
polvo,
se secaron los alhelíes entre tu
mano y la mía
se hicieron blancos los agujeros
negros
se derritieron la materia, el
espacio y la energía.
No hubo un mañana para un
después,
ningún adiós para las cinco de la
tarde,
tampoco secretos rotos colgados a
mi espalda,
sólo tus pupilas habitando por
siempre
la eternidad del abrazo
que nunca nos toca.
Y la vida se congeló en esos ojos
y mis raíces se cortaron,
después de ti sólo la nada
y un nomeolvides
que cuelga de mi pelo.