El calor en esta época del año es insoportable dentro de mi casa, por lo que decidí salir al jardín.
Sí, a mi jardín de la infancia y de los juegos imaginarios, al jardín verde donde me siento segura y puedo pensar en todo y a la vez en nada.
Me senté en una banca y me disponía a leer, pero el aire hacía volar las hojas de mi libro por todas partes haciendo difícil mi lectura, así que me resigné a mirar.
Miraba el suave mecer de los árboles, ciruelas cayendo al pasto, insectos volando entre las flores y muy a lo lejos sonaba una marimba con el ritmo de "Las Mañanitas", imaginé de quién sería la fiesta, ¿quién estaría festejando un año más de sueños y alegrías?
Cerré los ojos, escuché el choque de las ramas, los árboles arrancándose de sus raíces y al aire sonar entre las hojas.
Por un momento tuve miedo, sentí mi cabello volar y desvanecerme toda entre el suelo.
Luego todo fue silencio.
Abrí los ojos pero ya no era más yo. Me había transformado en viento.
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