Cuando a uno se le va la inspiración no quedan espacios coloridos en el alma, no hay locura, no hay incertidumbre, simplemente un vacío, blanco, como la nieve y la niebla.
Cuando se nos acaba la inspiración se nos viene el mundo abajo, se nos acaban las sonrisas, las ganas de vivir.
Cuando no aparece la inspiración por ninguna parte el corazón se hace pequeñito, late con menos fuerza, se pierde la ternura, ni la lluvia ni las nubes nos consuelan.
Entonces uno se pregunta, si llegará en el próximo tren, con el viento de julio o en el perfume de las rosas, si aparecerá alguna vez o si se quedará para siempre en el fondo del mar.
Uno se siente ofendido, rechazado, traicionado por esa musa insolente que hace lo que quiere, que se esconde, que se ríe detrás de los relojes.
Una mañana o una tarde tal vez, vuelve fresca y hermosa, y uno, no tiene más remedio que sonreír y escribir un poema para festejar su regreso.
2 comentarios:
Muy bonito post!!
Y además con razón porque cuando la musa se va nos quedamos vacíos...
Y cuando vuelve no hay papel, partitura o cuadro que no podamos llenar!
¿Va todo bien, amiga?
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