Una mañana fría de algún mes de este año desperté inusualmente temprano para ir a la escuela. La mañana era silenciosa, como suele ser a esas horas de la madrugada, todavía estaba oscuro el cielo y era posible ver cientos de estrellas; de pronto, pasó una estrella fugaz.
Era tan bella. Pedí un deseo.
Me pregunto por qué la velocidad de la estrella no es proporcional al tiempo en el que se cumple el deseo. Ya he esperado bastante.
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